Sinfonía Rockera

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Para muchos, hablar de un artista tan controvertido como el de Ramoncín, requiere un ejercicio de animadversión enquistada. Para mí personalmente, supone hablar de uno de los referentes culturales que más ahondaron en mi persona. En unos tiempos donde ser progresista era prácticamente un suicidio artístico, este hombre supo enfrentarse a base de punk, rock & roll, talento y coraje, contra un sistema aun rezumando intolerancia y cerrazón. Sin duda, compuso gran parte de la banda sonora de la transición democrática. A muchos, nos ofreció grandes canciones que nos han ido acompañando a lo largo de nuestra existencia, como un garante de nuestra cultura rockera. Así pues, aliviado del fantasma mediático, tan insolente como persistente en la opinión pública, me dispongo a elaborar una crónica serena, limpia de toxinas, de un buen concierto de rock & roll; un show colmado de adrenalina, aptitud, y recuerdos, que impactó en los muchos fans que se acercaron a la Sala Shoko Live! para escuchar al ídolo que ha ido perdurando a lo largo del tiempo. Un público compuesto por un universo de perfiles variopinto, desde personas que pasaban de la cincuentena, hasta gente mucho más heterogénea, formada por recién incorporados, o también, aficionados que curiosean en el cosmos del rocanrol patrio. En cualquier caso, la audiencia estaba dispuesta a dejarse llevar por el ritmo y los embates de unas canciones que marcaron una época. Por tanto, mucha expectación en los momentos previos, y ciertas caras de nerviosismo cuando el tiempo estimado para el comienzo del show se demoraba ligeramente. Sin embargo, apareció sobre el escenario, con su espigada imagen por la que parece que no pasado el tiempo. Sonriente, pletórico, mirando a la multitud que llenaba la sala con un brillo de reafirmación en la mirada. Allí, estaba, después de tantos años sin tocar en directo. Ahora sí. Acompañado por una banda de lujo, La Banda Del Diablo: tres guitarristas, bajista, teclista y violín eléctrico. Un combo compacto y bien definido.

Tres horas de placer pletórico, de intensidad efusiva, dejándose deslizar por el pasado, el presente y el futuro, de un artista que aún tiene mucho que ofrecernos de su talento.

Los primeros compases sonaban, las guitarras crepitaban, y se abría la puerta al mundo único de un artista que ha ido labrando una trayectoria de rock y pasión, con un repertorio que pasó revista exhaustiva a toda su producción artística, con un show compuesto por veintinueve canciones y casi tres horas de duración. Mucho trabajo por delante. Ramón posee un fondo admirable, y una aptitud mucho más demoledora, así es que no le costó entrar en la órbita para poner las emociones en su sitio, cuando las canciones fueron sobrevolando el espacio dejando su impronta en el interior del público. Miraba a un lado a otro, gesticulaba, realizaba un escorzo, o lanzaba una mano al aire como un grito de insolencia. Poses con las que su histrionismo relanzaba su genialidad. Como un ráfaga increíble fueron surgiendo todas las canciones que lo mantienen aún vivo, desde “La Chica De La Puerta 16“, “10 Segundos“, “En El Infierno“, “Canciones Desnudas“, “Hola Muñeca” hasta las más célebres e imperecederas como “Felixin El Vacilón“, “Rock & Roll Duduá“, “El Cuchillo Y La Herida” o “Blues Para Un Camello“. Uno de los momentos álgidos de la noche se produjo con el tema “Como Un Susurro” una canción sempiterna, que marco una de sus etapas más brillantes. Tras un descanso, fueron cayendo “Sangre Y Lágrimas“, “Miedo a Soñar”, “Mandan Los Lobos“, y las más vitoreadas “Al Límite” y “Hormigón, Mujeres y Alcohol“.

Tres horas de placer pletórico, de intensidad efusiva, dejándose deslizar por el pasado, el presente y el futuro, de un artista que aún tiene mucho que ofrecernos de su talento. Muchos de los fans que se desplazaron desde otros puntos del estado para verlo, se llevaron en los bolsillos recuerdos imborrables, y en el corazón, una gota de pasión desbordante. Más no se podía pedir. Bueno si, continuidad. Que haya muchas más noches como está, a pesar de las inclemencias y de los desórdenes de todo tipo. Que la luz no se apague, porque aun, queremos escuchar esa armónica envenenada de sangre y alcohol. Aun necesitamos tipos que nos enciendan alma, y nos revuelvan los rescoldos de las pasiones. Que rompan la rutina de nuestras madrugadas, cuando el desamor se desangra en cualquier callejón oscuro de la ciudad remota.

Artículo extraído de la web Rockcultura